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Puedes acariciar a la gente con palabras

lunes, 25 de febrero de 2013

Aldous Huxley

Hacia dónde caminamos.
Son cuantiosas las películas que hablan de futuros catastróficos. De cómo la Tierra es devorada por una poderosa llamarada solar, de cómo es golpeada por un meteorito de magnitudes apoteósicas, o de cómo el propio ser humano destruye, con su progreso voraz e ilimitado, su propio hogar, sus propios recursos.
A este último punto quiero referirme, y es que, tras leer un libro que llegó hace poco a mis manos, no he podido evitar mirar el futuro desde la perspectiva del autor.

Un Mundo Feliz, es el título, y Aldous Huxley, el autor. Un señor escritor que se ocupó con su obra de hacer reflexionar a sus lectores de la importancia de usar bien ese don tan precioso que es nuestra libertad.
En el libro se define, al mínimo detalle, un mundo en el que los niños (rectifico, los humanoides, pues no existen etapas de desarrollo como tal), nacen en probetas, por miles e incluso millones, y de cómo, mediante sofisticados métodos neurobiológicos se les condiciona para vivir en determinado hábitat, para tener determinada fisionomía, y lo que más llama la atención, para pertenecer a determinada ocupación social. Al feto se le condiciona para que desempeñe determinada función, y para que no anhele otra cosa. Mediante electrochoques se consigue  que quien  ha sido seleccionado para trabajar en una obra, odie los libros, induciéndolos descargas eléctricas cada vez que tocan alguno, cuando acaban de nacer.
Ante el vago resquicio de cualquier emoción negativa, toman soma, una droga que les hace estar en trance durante un tiempo, el suficiente como para que olviden esas horribles emociones tales como la ira, la tristeza, o la duda.
Se prepara a los niños para la aceptación de la muerte, llevándoles a hospitales ya en periodos tempranos de madurez, pues sería un error que se repeliese la muerte. Supondría una superpoblación y por tanto, la desaparición de la civilización.
Allí, "todo el mundo pertenece a todo el mundo". La monogamia es insultante, la familia inexistente y el dolor despreciable.
¿Y el amor? No existe. Los hombres de antaño (quizá los de hoy) eran supersticiosos que creían en una fuerza renovadora llamada amor, ¡ilusos! Cualquier tipo de vínculo humano se debe sólo a reacciones químicas placenteras. Allí, sólo lo útil es valioso.

Y aquí entra en juego nuestro juicio, compañeros.
La última parte, asoma leves destellos de lo que es la civilización de hoy. Cada día, y con más fuerza, tendemos a pensar que somos meras máquinas naturales repetidas, en lugar de pensar que cada ser humano es único, insustituible, e irrepetible.
Cada día, con más poder, se hace patente que el hombre es un animal, y eso nos lleva a comportarnos como tal. A probar el sabor de diferentes hormonas, de diferentes carnes, de diferentes placeres. Creemos avanzar, pero nos equivocamos, retrocedemos. El compromiso aterra, resta libertad, ¿verdad? Y es cierto, resta libertad cuando no sabemos establecer relaciones humanas, cuando no sabemos apreciar, valorar y cuidar lo que tenemos entre manos. Resta libertad cuando no me vale, cuando no me sirve, cuando no me da placer. Una visión utilitaria, y muy actual.

La humanidad de Aldous Huxley ha pagado un precio muy alto por la felicidad (mejor diría, la segregación de hormonas placenteras, pues felicidad es algo mucho más elevado): ha pagado su libertad.

Cuidado, hay que tener  mucho cuidado cuando se habla de progreso. El progreso es algo totalmente necesario, es la señal de que la humanidad sigue viva, avanzando y descubriendo, abriéndose camino. Pero cuidado, no vaya a ser que el progreso atropelle al hombre, abocándolo a un retroceso sin remedio


viernes, 1 de febrero de 2013

Viktor Frankl

En ese estado de embriaguez nostálgica se cruzó por mi mente un pensamiento que me petrificó, pues por primera vez comprendí la sólida verdad dispersa en las canciones de tantos poetas o proclamada en la brillante sabiduría de los pensadores y filósofos: el amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre. Entonces percibí en toda su hondura el significado del mayor secreto que la poesía, el pensamiento y las creencias humanas intentan comunicarnos: la salvación del hombre sólo es posible en el amor y a través del amor. 
Intuí cómo un hombre, despojado de todo, puede saborear la felicidad -aunque sólo sea un suspiro de felicidad- si comtempla el rostro de su ser querido. Aun cuando el hombre se encuentre en una situación de desolación absoluta, sin la posibilidad de expresarse por medio de una acción positiva, con el único horizonte vital de soportar correctamente -con dignidad- el sufrimiento omnipresente, aun en esa situación ese hombre puede realizarse en la amorosa contemplación de la imagen de su persona amada. 
Ahora sí entiendo el sentido y el significado de aquellas palabras: "Los ángeles se abandonan en la contemplación eterna de la gloria infinita".
El hombre en busca de sentido. Viktor Frankl