Difícil.
Dificil es reconstruir toda una vida, pieza a pieza.
Imagina, por un momento, que todo marcha bien, sobre ruedas.
Tienes un futuro que promete, unos compañeros ejemplares, unas amigas que valen muchísimo, una familia que te ama. Te sientes en paz contigo mismo, con el Universo.
Cada día es una nueva aventura en la que descubrir nuevos conocimientos, proyectos y personas.
De pronto, casi sin darte cuenta, un tsunami pasa por tu vida, y arrasa con todo.
Todo lo que habías construido fluye con las olas. Todo se va... Ahora sólo te queda un terreno llano y seco... y ahí tienes que construir todo lo que se derrumbó.
Estás solo, frente a tu realidad.
Mucha gente está en tu vida... aparentemente. Pero sólo eso, aparentemente.
:)
Puedes acariciar a la gente con palabras
domingo, 29 de abril de 2012
jueves, 19 de abril de 2012
Debate
En la sociedad de hoy, no hay lugar para el debate.
Sí, es cierto, nos encanta debatir. Ello supone manifestar públicamente nuestras más firmes creencias y convicciones. Cuando las expongo, todo el mundo las conoce y quizá alguien las aplauda.
Pero en verdad, nada de eso lleva a ningún sitio si el debate no tiene un objeto concreto. Sí, hemos expuesto nuestras ideas y.. ahora... ¿qué? Nos hemos pasado una hora charlando, para acabar de mal humor, quemados con el otro, y con nosotros mismos por no haber conseguido hacerle entrar en razón.
Y aquí reside el problema: no hay una apertura.
Mientras uno de los miembros expone sus ideas, el otro, mientras tanto, busca un argumento de peso para desecharlas. Mientras el otro argumenta, el primero repasa mentalmente los contraargumentos para defenderse. Como si se estuviera en un campo de batalla, utilizando la mejor técnica posible para no ser vencido. Pero...¿y la esencia del debate? el debate acaba y cada uno de los tertulios se valora así mismo: "No he estado mal", "aquí me ha pillado un poco, pero he sabido salir del apuro".. y entonces las ideas quedan en 2º lugar. Lo que importa es cómo me he defendido, si he sabido salir airoso del cara a cara, qué valoración me habrá dado el público. ¿Para qué debatir, entonces?
El de izquierdas (por ejemplificar) se sume en sus izquierdas, el de derechas, se sume en sus derechas y por más validos y valiosos que sean los argumentos referidos, dan igual. Sólo sirven para contraatacar. De la misma manera, el profresista continuará con su deseo de progreso, por más razonables que sean los argumentos del conservador, y el conservador, continuará dando pasos cortos, aunque el progresista le de mil razones para no hacerlo. Quien rechaza a la Iglesia, quien no la perdona, continuará sin perdonarla, apuntando cada uno de sus fallos en su corazón. Quien va con ella, no encauzará las críticas del otro. El ecologista continuará defendiendo las energías limpias, y el empresario de una petrolera, el petróleo.
No tiene sentido un debate, si no estamos abiertos a cambiar: a replantearnos nuestras convicciones, a cambiar nuestra perspectiva. Sí, es cierto, supone un gran esfuerzo ver las cosas desde otro prisma distinto del que las has visto hasta ahora. Es dar la vuelta a tus pensamientos, y orientarlos en otra dirección. Pero es dificil, sobre todo, porque al asumir como ciertas las ideas del otro, estamos "desprestigiando" las nuestras, llevándolas a un segundo plano.
Hablamos de progreso, pero sin una apertura, nunca vamos a progresar.
Sí, es cierto, nos encanta debatir. Ello supone manifestar públicamente nuestras más firmes creencias y convicciones. Cuando las expongo, todo el mundo las conoce y quizá alguien las aplauda.
Pero en verdad, nada de eso lleva a ningún sitio si el debate no tiene un objeto concreto. Sí, hemos expuesto nuestras ideas y.. ahora... ¿qué? Nos hemos pasado una hora charlando, para acabar de mal humor, quemados con el otro, y con nosotros mismos por no haber conseguido hacerle entrar en razón.
Y aquí reside el problema: no hay una apertura.
Mientras uno de los miembros expone sus ideas, el otro, mientras tanto, busca un argumento de peso para desecharlas. Mientras el otro argumenta, el primero repasa mentalmente los contraargumentos para defenderse. Como si se estuviera en un campo de batalla, utilizando la mejor técnica posible para no ser vencido. Pero...¿y la esencia del debate? el debate acaba y cada uno de los tertulios se valora así mismo: "No he estado mal", "aquí me ha pillado un poco, pero he sabido salir del apuro".. y entonces las ideas quedan en 2º lugar. Lo que importa es cómo me he defendido, si he sabido salir airoso del cara a cara, qué valoración me habrá dado el público. ¿Para qué debatir, entonces?
El de izquierdas (por ejemplificar) se sume en sus izquierdas, el de derechas, se sume en sus derechas y por más validos y valiosos que sean los argumentos referidos, dan igual. Sólo sirven para contraatacar. De la misma manera, el profresista continuará con su deseo de progreso, por más razonables que sean los argumentos del conservador, y el conservador, continuará dando pasos cortos, aunque el progresista le de mil razones para no hacerlo. Quien rechaza a la Iglesia, quien no la perdona, continuará sin perdonarla, apuntando cada uno de sus fallos en su corazón. Quien va con ella, no encauzará las críticas del otro. El ecologista continuará defendiendo las energías limpias, y el empresario de una petrolera, el petróleo.
No tiene sentido un debate, si no estamos abiertos a cambiar: a replantearnos nuestras convicciones, a cambiar nuestra perspectiva. Sí, es cierto, supone un gran esfuerzo ver las cosas desde otro prisma distinto del que las has visto hasta ahora. Es dar la vuelta a tus pensamientos, y orientarlos en otra dirección. Pero es dificil, sobre todo, porque al asumir como ciertas las ideas del otro, estamos "desprestigiando" las nuestras, llevándolas a un segundo plano.
Hablamos de progreso, pero sin una apertura, nunca vamos a progresar.
lunes, 16 de abril de 2012
Sed
La sed, aquella sed,
la que el agua no cura.
La cruz de un presentimiento
que nos suelta a los cuatro vientos
con el mandamiento de buscar a oscuras
la que el agua no cura.
La cruz de un presentimiento
que nos suelta a los cuatro vientos
con el mandamiento de buscar a oscuras
sábado, 14 de abril de 2012
Amor
El amor no es lo que ves en las películas. No es el éxtasis. No es lo que ves en esa escena... ¿sabes a lo que me refiero?
Te lo digo ahora: el verdadero amor es sacrificio.
Amor es pensar en otros antes que en tí mismo.
Amor es desinteresado, no es egoísta. Amor es Dios, y Dios es Amor.
El amor se da cuando das tu vida por alguien, ya sea por tu hermano, tu madre, tu padre o tu hermana, e inclusive dar tu vida por tus enemigos. Eso es impensable, pero piensa en eso.
El amor es verdad, piénsalo.
Te voy a poner delante de mí, para que todos puedan ver el amor.
Sé que voy a estar bien, mientras tú seas mi guía, mi amor.
El amor es paciente, el amor es bondadoso, no es envidioso, no es jactancioso, no es orgulloso. El amor no es rudo, no es egoísta, no se irrita fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, pero se regocija con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca falla, el amor es interminable, es eterno, sigue y sigue, va más allá del tiempo. El amor es lo único que permanecerá después de la muerte.
No hay amor más grande que este: el del que da la vida por sus amigos. ¿Estás dispuesto a entregar tu vida por tus amigos? Probablemente estés dispuesto a dar tu vida por tu madre, por tu padre o por tu mejor amigo, pero... ¿estás dispuesto a entregar tu vida incluso por aquellos que te odian?
Voy a decirte quién hizo eso. La definición de amor es: Jesucristo. Él es el amor.
Los clavos en sus manos, las espinas en su frente, aguantando en una cruz por tus pecados, por mis pecados: eso es amor. Él murió por tí, Él murió por mí.
Amor perfecto
lunes, 9 de abril de 2012
Tú
La primera versión de tu mano y mi mano se la dí a un escultor para hacerte un regalo, y se la quedó
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