En la sociedad de hoy, no hay lugar para el debate.
Sí, es cierto, nos encanta debatir. Ello supone manifestar públicamente nuestras más firmes creencias y convicciones. Cuando las expongo, todo el mundo las conoce y quizá alguien las aplauda.
Pero en verdad, nada de eso lleva a ningún sitio si el debate no tiene un objeto concreto. Sí, hemos expuesto nuestras ideas y.. ahora... ¿qué? Nos hemos pasado una hora charlando, para acabar de mal humor, quemados con el otro, y con nosotros mismos por no haber conseguido hacerle entrar en razón.
Y aquí reside el problema: no hay una apertura.
Mientras uno de los miembros expone sus ideas, el otro, mientras tanto, busca un argumento de peso para desecharlas. Mientras el otro argumenta, el primero repasa mentalmente los contraargumentos para defenderse. Como si se estuviera en un campo de batalla, utilizando la mejor técnica posible para no ser vencido. Pero...¿y la esencia del debate? el debate acaba y cada uno de los tertulios se valora así mismo: "No he estado mal", "aquí me ha pillado un poco, pero he sabido salir del apuro".. y entonces las ideas quedan en 2º lugar. Lo que importa es cómo me he defendido, si he sabido salir airoso del cara a cara, qué valoración me habrá dado el público. ¿Para qué debatir, entonces?
El de izquierdas (por ejemplificar) se sume en sus izquierdas, el de derechas, se sume en sus derechas y por más validos y valiosos que sean los argumentos referidos, dan igual. Sólo sirven para contraatacar. De la misma manera, el profresista continuará con su deseo de progreso, por más razonables que sean los argumentos del conservador, y el conservador, continuará dando pasos cortos, aunque el progresista le de mil razones para no hacerlo. Quien rechaza a la Iglesia, quien no la perdona, continuará sin perdonarla, apuntando cada uno de sus fallos en su corazón. Quien va con ella, no encauzará las críticas del otro. El ecologista continuará defendiendo las energías limpias, y el empresario de una petrolera, el petróleo.
No tiene sentido un debate, si no estamos abiertos a cambiar: a replantearnos nuestras convicciones, a cambiar nuestra perspectiva. Sí, es cierto, supone un gran esfuerzo ver las cosas desde otro prisma distinto del que las has visto hasta ahora. Es dar la vuelta a tus pensamientos, y orientarlos en otra dirección. Pero es dificil, sobre todo, porque al asumir como ciertas las ideas del otro, estamos "desprestigiando" las nuestras, llevándolas a un segundo plano.
Hablamos de progreso, pero sin una apertura, nunca vamos a progresar.
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