Uno de esos días en los que todo se te antoja nostálgico.
Te despiertas a las 12 de la mañana, como una princesa, y vas rumbo directo a la cocina a prepararte tu zumo de naranja y tus bollitos de chocolate de cada mañana (cuanto darías por que tu madre no los volviera a comprar) y empiezas a darle vueltas a la cabeza y al Colacao. Piensas en la noche de ayer, en ese paseo con ese alguien por el centro de Madrid, contemplando el devenir de la gente, el devenir de la vida; hablando de planes futuros, de tu vida, de su vida, y ahora, de vuestra vida; hablando de las vidas de las gentes españolas, del mendigo de la Gran Vía, de la prostituta de la calle Huertas, de la familia que cena en el Vips, del señor ejecutivo que camina indiferente por las avenidas, de ese grupo de amigas adolescentes que recorren Madrid cogidas del brazo, llenas de bolsas, compartiendo miradas de complicidad. Entonces algo asalta tus pensamientos sin avisar. Eso es... tus amigas. ¿Que estarán haciendo ahora? ¿Que proyectos se traerán entre manos? Y piensas.. "Pero.. ¿Por que me lo pregunto? ¿Por que no lo se?"
De pronto, algo te saca de tus pensamientos: el teléfono.
Son ellas.
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