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Puedes acariciar a la gente con palabras

lunes, 17 de diciembre de 2012

Una brisa de esperanza acaricia tu alma, sin saber muy bien cómo ni por qué.

En los momentos más oscuros, y tenebrosos, aquellos en los que no ves absolutamente nada. Todo es vacío a tu alrededor y también dentro de tí.
Pero nadie sabe por qué misterio... Tu corazón se enciende. Algo dentro de tí te empuja hacia abajo, te susurra al oído.. "abandona, no vale la pena", "esto supone demasiado sacrificio, no estás preparada" , "aléjate, y te liberarás". Qué atractiva es esa voz... qué tentadora. Si te dejas llevar por ella puedes sucumbir a sus encantos. Déjame darte un consejo: lejos de la habladuría popular que dice.. "acalla esa voz, no la escuches" Yo te diré otra cosa, desde mi pequeña experiencia: escúchala. Escucha esa voz, siéntate a su lado y óyela. Nada atrae más que alguien que huye... No huyas. Siéntate, dala el gusto y escúchala. Haz acopio de toda tu fuerza de voluntad, para no tambalearte, para no caer, y escúchala. Luego.. di NO. Díselo, pero un "no" hondo, convencido, rotundo, sin dilación. Y márchate.

 Ve en busca del camino que te dicta el corazón. No tengas miedo.. Sabrás perfectamente diferenciar esa voz... Una de ellas te empuja hacia abajo, la otra te llena de amor. 

La esperanza no es un sentimiento. Hay que saberlo, la esperanza es un "sí". Un ejercicio de fuerza de voluntad, de autoconvencimiento, de ímpetu, de fuego, de sed de lucha. 

Y es que cuando estás en equilibrio contigo mismo, estás en equilibrio con el mundo. Cuando estás en equilibrio con el mundo, puedes amar.
Por eso quiérete. Di "sí" a la vida, y al amor con el primer rayo de Sol que asome por tu ventana.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Palabras

"Puedes acariciar a la gente con palabras"

Tan verdad como la verdad más absoluta. 
La palabra: ese don capaz de enfrentar a pueblos, dividir naciones, sembrar odio en el corazón del hombre. Pero.. también capaz de unir destinos, de establecer vínculos de fraternidad entre colectivos, y también entre personas. Un arma con verdadero poder, un arma de doble filo capaz de abrir las heridas más profundas, y de curar a los corazones más enfermos. 
Capaz de hacer saltar en tí la chispa de la esperanza, o de hundirte en el fango, aplacarte para que no lo intentes más. 
La palabra es el único arma capaz de mover masas, verdaderas masas humanas. Cuántos discursos políticos, espirituales, humanos, no han cambiado la perspectiva de miles de personas, guiándolas en una dirección, camino de un ideal, de un destino.

La palabra habla de lo que hay dentro del hombre. De lo que estás hecho, de eso hablas. Si guardas rencor, tus palabras rebosarán división, hastío, maldad. Si guardas amor, tus palabras encenderán corazones, acariciarán a quienes las escuchen, serán el equipaje que se guarden quienes algún día te escucharon, y serán recordadas porque ayudaron a una persona en su camino hacia la meta. 
No subestimes nunca el poder de la palabra. Si bien es cierto que los actos hablan por sí solos.. las palabras también lo hacen, de una forma más pasiva, pero igual de potente. 
El mismo Jesús, el mismo Cristo. ¿Cómo hubiese llegado a nosotros toda su sabiduría, todas esas palabras que llenaban el corazón de quienes las escuchaban? El movía a la gente a través de muchos signos, entre ellos la palabra. Podía curar con solo unas pocas frases de Vida. "Una palabra tuya bastará para sanarme"

Tienes en tus manos un arma muy poderosa. 
Utilízala, y cambia el mundo.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Huir, o no

En ciertas ocasiones, miras alrededor, y no ves nada. Mejor, no ves a nadie.
Te bates en duelo con tu "yo". Estás tú frente a tí mismo. Hay dos opciones: huir o enfrentarte.

Huir está bien, el problema no te alcanza. O si...
En cualquier caso, huir agota. Correr eternamente, sin poder parar, con la certeza de que tienes algo que te sigue, y que a la mínima oportunidad en que te vea desfallecer, te alcanzará, no es la mejor de las opciones, sin duda. Cuando tropieces, se avalanzará sobre tí, y ya no tendrás otra alternativa que enfrentarlo. Al final, la huída es una solución temporal, que tan solo agota y pospone el problema, lejos de erradicarlo.

El otro camino es enfrentarte. Esta opción entraña muchos riesgos, pero te da la oportunidad de vencer, o ser vencido. Durante el combate, habrá dolor, no voy a engañarte. Tendrás que hacer acopio de todas tus fuerzas. Mirar a los ojos lo que menos te gusta de tí, contemplar el dolor de frente, penetrar en los recovecos de tu alma, y limpiar toda la basura.

¿Estás dispuesto? Solo te diré algo: mantén siempre encendida la llama de la esperanza. Yo estoy contigo.