Hasta ahora, solo podías agarrar los barrotes que te mantenían prisionera, solo podías escucharte a tí misma suplicando libertad.
No podías ver las estrellas, solo un techado de hierro gris que aplastaba todos tus sueños.
Tus ojos empezaban a cegarse por la oscuridad, y sólo respirabas el aire seco y helado. Tu corazón empezaba a marchitarse, y tus esperanzas a flojear.
Por suerte, un día, alguien robó la llave y te abrió la puerta.
Trsite de tí no querías salir, pues tu vida ya era eso. Habías aprendido a no vivir. Tenías miedo.
La luz te hacía daño a los ojos, y el calor del mundo te agobiaba... Te estremecías ante la posibilidad de lo desconocido.
Tendrías que aprender de nuevo a andar, que aprender de nuevo a ver.
Tendrías que llenar tus pulmones de aire limpio
Tendrías que abrir las ventanas de tus ojos.
Tendrías que levantar la cabeza para volver a ver las estrellas.
Fuera, estaban los tuyos, tendiéndote la mano, invitándote a salir, y a tí te daba miedo confiar. Que esa mano fuera otra trampa que volviera a hacerte prisionera.
Al fín, elegiste por la vida, elegiste por la esperanza, elegiste por el amor.
Pisaste tierra, mojaste tus pies con la hierba que empezaba a crecer a tu alrededor. Decidiste quedarte vacía, pero esta vez para llenarte de los demás, para llenarte del mundo.
No sabías quién eras, pero daba igual. "Eras", con eso bastaba. Ya tendrías tiempo de encontrarte, de recuperar tu identidad, o de crear una nueva.
Ahora, empieza a construir un nuevo "yo".
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