Fuiste, y eres, su sueño por cumplir. Fuiste los biberones, los chupetes, los pañales y las rabietas esperando ansiosas tu venida. Fuiste y eres sus proyecciones, las respuestas a todas sus preguntas.
Ella fue tu hogar durante nueve meses. Fue tu borbotón de vida, fue la misma sangre que corría por tus venas. Podemos decir que hemos vivido dentro de alguien alguna vez, podemos decir que nos hemos alimentado de su corazón, y que hemos sido su peso, y que hemos sido el sueño más precioso de alguien: de nuestras madres.
Nuestro primer llanto fue su primera lágrima de amor verdadero, de amor maternal en las cuatro paredes del hospital. Las gotas de sudor que caían por su frente se consolaban cuando ella rozó con sus manos mis mejillas, cuando me apretó contra su pecho. Sé que ella lloró cuando vio los dedos de mis pies moverse pero sé que fueron lágrimas de felicidad.
Ella estuvo ahí en mi primer llanto, y permanece.
Ella me vió desnuda, y sigue haciéndolo, sigue viendo mi alma al descubierto, tal y como es.
Ella me alimentó, y continúa alimentándome con sus palabras.
Ella me dió la bienvenida cuando entré por la puerta entre pañales por primera vez, y continúa haciéndolo todos los días, cuando oye las llaves.
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