Abre tu mente, y mira por dentro.
Echa un vistazo a tu interior, pero tratando siempre de que no te atrape.
Para mirar bien por fuera, hay que saber mirar bien por dentro.
Solo puedes amar, si conoces. Quien no conoce a alguien, no puede amarle del todo. Por eso, conócete a tí mismo en profundidad, para poder amarte bien, y poder "amar al prójimo como a tí mismo".
Coge la mochila, el chubasquero, las botas y el mapa, y emprende de una vez el camino. No tengas miedo de empaparte, porque puedo asegurarte que lloverá, y tendrás que refugiarte en las cabañas internas que hayas construido a lo largo de tu vida. Te aseguro también que verás un sol radiante, que mirarás al cielo y verás los recuerdos más bellos de tu pasado, y te cegará la vista todo el amor que recibiste, sin nada a cambio. También sentirás frío y revivirás los más profundos dolores, tendrás que dormir sobre la nieve y que amanecerás con escarcha en la cara, como aquellos días que te quedaste dormida entre el llanto. También atravesarás desiertos yermos, verás zonas vacías en tí, y tendrás que aprender a construir allí nuevas civilizaciones y tendrás que llevar vida, o... dejarlo desierto, quién sabe. Dicen que es necesario tener dentro de tí huecos vacíos, sin ruidos.
Te aseguro que atravesarás puentes quebradizos, y que sentirás miedo de caer dentro de tí mismo, pero no olvides el principio que te conduce, y continúa. Te maravillarás de la belleza de tus atardeceres, entre las callejuelas de tu pueblo, y mirarás con nostalgia y amor. Procura que en el viaje tu mirada se vaya transformando. Es el objetivo.
Quizá llegues desnudo a tu destino, quizá en este viaje personal pierdas todo cuanto llevabas, excepto una cosa: la esperanza.
Cuando llegues, descubrirás en milagro.
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